Un dulce parche

Gabeiras y Asociados

Una nueva lotería se ha empezado a jugar en Francia. Una lotería que nace con un loable objetivo: viabilizar la conservación del patrimonio arquitectónico histórico amenazado. 18 millones de euros es la suma que calcula obtener el gobierno francés con la venta de los boletos, recaudación que íntegramente se destinará a la causa. Ya se han identificado 270 monumentos en estado de deterioro que precisan de una intervención urgente. Se comenzará con la restauración de 18 de ellos.

La empresa pública de loterías, La Française des Jeux, repartirá con esta edición especial los premios más altos nunca entregados en el país galo. El precio de los billetes también será el más elevado: 15 euros para ganar hasta 13 millones de euros. Con los fondos recaudados, que normalmente engrosan las arcas del Estado, la Fundación del Patrimonio francesa acometerá la restauración de emblemáticos edificios repartidos por todo el país, entre ellos, la iglesia románica de Notre-Dame en La Celle-Guenand, la casa del escritor Pierre Loti en Rochefort o la del literato y político Aimé Césaire en Fort-de-France.

“Cuando se habla de patrimonio se habla de la identidad de nuestro país. Es una causa nacional”, sentenció sabiamente Emmanuel Macron, el presidente francés, al presentar el proyecto desarrollado por la Misión Patrimonio en Peligro. Lo hizo en el simbólico palacio de Ferney en el que Voltaire residió varias décadas. En ese diminuto pueblo la cabeza del raciocinio ilustrado ordenó construir un castillo, una iglesia y decenas de viviendas que atrajeron a destacados artistas en un auténtico oasis cultural. Y allí el gobierno francés ha desarrollado recientemente un también simbólico proceso de recuperación del patrimonio histórico. Adquirió el palacio en 1999 y acaba de finalizar su restauración, con un coste de nueve millones de euros, a partir de una maqueta conservada en San Petersburgo que encargó Catalina II de Rusia. “Voltaire habría sido feliz al ver que su palacio se recuperaba de esta forma”, pronunció Macron. Todo un ejemplo para ilustrar la razón de ser de la nueva iniciativa.

 Según datos del Ministerio de Cultura francés, el país tiene censados 44.000 inmuebles protegidos como monumentos históricos, de los que, según la ministra Françoise Nyssen, “6.000 se benefician cada año de operaciones de restauración”. Para ello, su ministerio cuenta con un presupuesto de 326 millones de euros que calificó como “claramente insuficiente”.

Estas carencias, los escasos medios que el Estado dedica a conservar su patrimonio, su rico pasado, la memoria que le recuerda quién es, se extienden más allá de las fronteras francesas. Sus dramáticas e irreversibles consecuencias las vivimos hace días, cuando el Museo Nacional de Brasil, ese que llegó a atesorar más de 20 millones de piezas hasta convertirse en el museo de historia natural más importante de América Latina, referencia mundial para la antropología, fue consumido por las llamas. Y lo fue por su lamentable estado de conservación. Los avisos de sus gestores sobre su deterioro se habían sucedido en el tiempo ante la pasividad de las autoridades. ¿Es esto lo que nos importan nuestros bienes más valiosos, nuestra cultura, la esencia que nos representa?

Dotar de los recursos que requieren aquellas instituciones que velan por que podamos disfrutar de nuestro arte a lo largo de los años, de los siglos, es elemental. Requiere de la labor de gobernantes conscientes, responsables y valerosos. Si estos medios no se asignan en los presupuestos estatales, inventar vías de financiación alternativas, como la propuesta de Francia, resulta un parche dulcemente útil. Bienvenidas sean todas ellas.

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