El futuro de las finanzas: sostenibilidad e inversión de impacto

Gabeiras y Asociados

El avance hacia una sociedad y una economía sostenibles no es ajeno al mundo de las finanzas. Cada día son más las empresas que invierten en proyectos con objetivos que pasan por minimizar el impacto medioambiental o fomentar aspectos sociales y de buen gobierno. La rentabilidad ha dejado de ser el único fin de los inversores que ahora se interesan, además, por contribuir de forma positiva a la sociedad.

Bajo este contexto, Economist & Jurist ha organizado un webinar titulado El futuro de las finanzas: sostenibilidad e inversión de impacto, en el que nuestras compañeras Inés García-Pintos Balbás y Marta Barahona Arroyo han clarificado la relación que existe entre el sector financiero y la sostenibilidad para, a partir de ahí, exponer el marco regulatorio que se ha impulsado en los últimos años.

¿Qué relación existe entre el sector financiero y la sostenibilidad? La of counsel de Gabeiras & Asociados Inés García-Pintos ha abierto la sesión respondiendo a esta incógnita.

Sin perder de vista un aspecto básico como es que el financiero es un sector mercantil, García-Pintos ha lanzado la siguiente pregunta: “¿tiene el sector financiero la necesidad de embarcarse en la sostenibilidad desde el punto de vista de desarrollo de negocio?” La respuesta es sí. No debemos olvidar que en los últimos años las noticias sobre desastres climáticos se han venido sucediendo: sequías, olas de calor extremo, incendios, la subida del nivel del mar… La crisis medioambiental avanza a un ritmo mayor del pronosticado y sus efectos ya impactan en zonas de todo el mundo.

A raíz de estos eventos, ha explicado Inés García-Pintos Balbás, “los inversores se dieron cuenta de que estaban tomando decisiones a ciegas”. Disponían de la información a nivel económico, sin embargo, “no contaban con ningún tipo de dato sobre aspectos como, por ejemplo, la exposición al clima”. Es decir, carecían de información sobre los riegos que, en este sentido, asumían al financiar un proyecto.

Y es que si bien el cambio climático, a priori, parece no incidir directamente en al mundo de las finanzas, sí afecta de lleno a todos sus clientes. Así, se ha convertido en un aspecto clave.

 

¿Qué riesgos supone el cambio climático para los mercados financieros?

Para contestar esta pregunta, en el año 2015 el Consejo de Estabilidad Financiera (FSB, por sus siglas en inglés) creó el Task Force on Climate-related Financial Disclosures (TCFD) a petición de los líderes del G20. Su objetivo principal es contribuir a generar información veraz y objetiva sobre los riesgos del cambio climático, tanto por impactos meteorológicos directos como por cambios en las regulaciones, nuevos comportamientos en los consumidores o la aparición de tecnologías emergentes, que afectan a las entidades financieras directamente o a través de sus clientes.

Se pretende así dotar al mercado financiero de información fiable relacionada con el clima para valorar los riesgos y las oportunidades correctamente y poder enfrentar una transición más favorable hacia una economía baja en emisiones, evitando sobrecostes desestabilizadores.

 

Hacia un marco regulatorio

El cambio climático, no obstante, no solo tiene efectos adversos. “Es un cambio de contexto y ofrece también oportunidades”, ha matizado la of counsel de Gabeiras & Asociados, “vemos, por ejemplo, nuevos servicios de movilidad urbana surgidos a raíz de normativas para reducir la contaminación en el centro de las ciudades”.

La necesidad de promover nuevos modelos de financiación sostenible, provocó que, en el año 2018 y después de un proceso de consultas, la Comisión Europea lanzara el Plan de Finanzas Sostenibles, con el foco puesto en dos aspectos: aumentar la financiación hacia el desarrollo sostenible y reforzar la estabilidad financiera.

Este plan contiene iniciativas de gran calado, cuyo pilar es la taxonomía, una clasificación para que todos los países miembros de la Unión Europea hablemos el mismo lenguaje a la hora de decidir lo que es sostenible. Así, para que una actividad económica sea incluida en la taxonomía, debe contribuir sustancialmente al menos a uno de los 6 objetivos ambientales del Plan de Acción  ((i) mitigación, (ii) adaptación, (iii) protección y uso sostenible del agua y de los recursos marinos, (iv) economía circular, (v) prevención y control de la contaminación y (vi) protección de ecosistemas saludables)  sin perjudicar significativamente a los otros cinco, así como cumplir con unas garantías sociales mínimas.

Si bien por el momento la taxonomía atiende a criterio medioambientales, sobre la mesa está trabajar en una clasificación que contemple aquellas actividades que contribuyan a objetivos de calado social.

A este plan se suma el MiFID, como un refuerzo a la protección del consumidor.

 

Rentabilidad, riesgo, impacto

El futuro de las finanzas está en sumar al tradicional tándem del mundo de las inversiones rentabilidad-riesgo un tercer aspecto: el impacto.

En este sentido, las inversiones de impacto han experimentado un gran crecimiento en los últimos años. Así lo ha explicado Marta Barahona, socia de Sostenibilidad y Cambio Climático de Gabeiras & Asociados. “No debemos de perder de vista que la finalidad de los mercados financieros es la rentabilidad. También en el caso de las inversiones de impacto, que buscan ofrecer rentabilidad a los inversores, pero cuyo objetivo también pasa por solucionar un reto social o medioambiental urgente que no está siendo atendido ni por el mercado, ni por el Estado”. Es decir, el impacto tiene que ser medible y generar un retorno financiero; un punto que lo diferencia de la filantropía.

Tal y como ha expuesto Marta Barahona, en el mundo de las inversiones de impacto destacan como vehículos financieros los fondos de inversión de impacto, los micropréstamos, los grupos de ahorro y crédito, los bonos de impacto social, el crowlending y el corowfunding.

A la demanda de capital, que normalmente provenía del tercer sector y empresas de la economía social, se le han sumado en los últimos años empresas con objetivos de impacto significativos y, además, una tercera figura: las Sociedades de Beneficio e Interés Común (SBIC), recientemente reconocidas como figura jurídica por la Ley Crea y Crece.

El éxito de las inversiones de impacto lo avalan sus cifras: en el año 2021, y con respecto al año anterior, este mercado alcanzó los 2.399 millones de euros en España, un 12% más que el año anterior, de acuerdo con los datos del informe La inversión de impacto en España en 2021, elaborado por el Esade Center for Social Impact (Ecsi) con el apoyo de SpainNAB, la asociación española de inversión de impacto. Su volumen creció un 33% respecto a 2020.

 

Falta de regulación

Sin embargo, tal y como ha lamentado Marta Barahona, la inversión de impacto carece de un marco regulado, por lo que existe cierta incertidumbre al respecto. Por ello, ha señalado la experta en sostenibilidad y cambio climático de Gabeiras & Asociados, “es necesario crear marcos y guías que den un poco de transparencia de cara al consumidor y también de cara al inversor, y evitar el impact washing”. Además, ha incidido en la necesidad de incluir este aspecto en la agenda pública y conseguir criterios comunes para hacer de la sostenibilidad y la inversión de impacto el futuro del mundo financiero.

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